La fresca brisa mañanera del otoño
con afán desprende las hojas en bandada.
Unas caen pincelando de ámbar los jardines,
otras vuelan y semejan avecillas doradas.
Traviesa, una hojita se aparta llegando
a posarse en la reja de mi ventana.
Alegre, inocente, sin saber de encierros,
bañada de luz, aleteando me llama.
Y yo, en retiro al que un virus me obliga,
ponzoña nefasta que al mundo amenaza,
la sigo en su vuelo animoso y admiro
sus giros al aire, tan libre su danza.
¡Oh, virus maldito! Mi casa por celda,
tenaz viviré este otoño en encierro.
¡Apresarás mi cuerpo más nunca mi alma,
ni mis pensamientos, ni tantos anhelos!
¡Y seré una hoja besando los parques
y seré oraciones en cada mañana!
¡Y por las noches, abrazada al viento,
en sueño armonioso daré serenatas!
¡No podrás borrar el ocre de este bello otoño
ni aprisionar la ciencia, la voluntad o el rezo!
¡Mil manos limpias se unirán rogando
nos dejes por siempre en paz y sin miedos!
San Luis, marzo 2020.