La reconocida artista, María Teresa Carreras de Migliozzi reflexionó acerca de la Encuesta Nacional de Folklore. Un conjunto documental único que registró las tradiciones populares a principios del siglo XX, que permite entrever las señales de nacionalidad argentina en la fusión de elementos hispanos e indígenas. Sus materiales originales son conservados e investigados en el Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano (INAPL).
El 1921, el Consejo Nacional de Educación le encargó a maestros y maestras de todo el país, un relevamiento de obras en poesía, prosa y música folklórica de cada región.
A continuación el texto “A Cien años de la Encuesta Nacional de Folklore” por María Teresa Carreras de Migliozzi:
En la segunda década del siglo XX, en el lapso comprendido entre 1914 y 1918, un enfrentamiento armado a escala europea que luego involucró a pueblos de otros continentes, conmovió a la humanidad entera. Fue la primera Guerra Mundial.
Con un costo de cientos de millones de dólares para las naciones participantes y de varias decenas de millones de muertos, esta guerra dejó un triste saldo de hambre, desocupación, orfandad y sumisión.
Fue entonces cuando la lejana América se convirtió para los europeos en horizonte de esperanza y en tierra de promisión. Millares de almas cruzaron, pues, el océano en un viaje penoso en busca de paz, trabajo y libertad.
Millares de inmigrantes llegaron al puerto de Buenos Aires con su bagaje de sueños y proyectos, usos y costumbres, recuerdos y tradiciones, idiomas y religiones. Y fueron dispersándose hacia los cuatro rumbos de esta patria magnánima que, fiel a los enunciados de la Constitución, dio asilo “a todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino”.
Es así como Argentina se convirtió en un crisol de razas y en un fusor de tradiciones.
Se vivió entonces un momento de transculturación en el que día a día el árbol de la tradición argentina sufrió inevitables injertos foráneos. Era necesario, pues, salvar del olvido los tesoros ancestrales que guardaba la memoria popular.
Es así que el 1 de marzo de 1921 el Dr. Juan P. Ramos, por ese tiempo vocal del Consejo Nacional de Educación, presentó un interesante proyecto ante esta institución con la finalidad de preservar las expresiones tradicionales y folklóricas argentinas. En uno de sus párrafos expresaba: “Creo que el Consejo podría recoger por intermedio de sus escuelas de la Ley Lainez todo el material disperso del folklore, de poesía y de música”.
La respuesta del Consejo Nacional de Educación no se hizo esperar.
En sesión del 16 de marzo de 1921 resolvió “recoger por intermedio de las escuelas de la Ley Lainez todo el material disperso de folklore, de poesía y de música a cuyo fin cada maestro transcribirá lo más fielmente posible todo aquello que pueda referirse a estos enunciados”.
Se designó un jurado para pronunciarse sobre el mérito de los trabajos y la adjudicación de premios. El jurado estuvo integrado por renombradas personalidades de la cultura nacional tales como Leopoldo Lugones y Enrique Banchs.
A partir de entonces comenzó la noble tarea de los maestros de las escuelas Lainez quienes trabajaron con empeño para salvar del olvido las voces del pasado y dejarlas impresas en papeles que proclamaran a las generaciones futuras la grandeza de la tradición argentina.
Desde las ciudades y poblados hasta los más inhóspitos parajes del país los maestros enviaron sus informes por vía jerárquica al Consejo Nacional de Educación, luego de realizar una tarea admirable y patriótica.
Esta compilación conocida como la Encuesta Nacional de Folklore de 1921 se nutrió con los informes remitidos por 3250 docentes de la patria que, husmeando en el pasado, recogiendo los ecos de la tradición oral, hurgando en la memoria popular y escarbando en sus propios recuerdos, lograron rescatar cuentos, leyendas, creencias, supersticiones, usos, costumbres, canciones, danzas, juegos y otras manifestaciones espirituales y materiales inherentes al folklore nacional.
Al fundarse el Instituto de Literatura Argentina, la nueva institución recibió del Consejo Nacional la donación de los materiales recogidos y procedió a ordenarlos en legajos correspondientes a cada provincia.
Luego de ser evaluados más de 3200 legajos, correspondió a San Luis el honor de que Luis Gerónimo Lucero Riera, docente que se desempeñaba como director de la Escuela Ambulante “E” de esta provincia, se hiciera merecedor del Primer Premio Medalla de Oro otorgado por el Consejo Nacional de Educación con motivo de la Encuesta Nacional de 1921.
Desde Barrialitos, departamento Belgrano, el maestro Lucero envió un completísimo y medular informe colmado de valiosas recopilaciones e investigaciones, de importantes observaciones y deducciones.
Se trata de un brillante trabajo que, extendido a lo largo de medio millar de páginas pletóricas de provechosos datos, superó ampliamente la propuesta temática por las autoridades nacionales.
En la Encuesta Nacional de Folklore de 1921 el voluminoso material enviado por el maestro Lucero ocupa el Legajo 77 del corpus correspondiente a la provincia de San Luis y constituye un documento impresionante por la cantidad y la calidad del material recogido.
Hace unos años tuve oportunidad de tener en mis manos su informe, contenido en tres biblioratos.
Lo leí y releí varias veces. A medida que avanzaba en la lectura fui descubriendo en el autor a un hombre talentoso, diligente, progresista y admirable que, a lo largo de manuscritos poblados de tradiciones y sabiduría popular, atrapaba mi atención.
Concluida la lectura del informe, Luis Lucero había atrapado mi alma.
Y desde entonces ya no pude alejar de mi mente su magnífica figura.
La admiración profunda que Lucero Riera había despertado en mí motivó el ferviente anhelo de dar a conocer algún día su fructífera vida, su meritoria obra y su relevante personalidad.
Así nació mi libro “Luis Gerónimo Lucero Riera” publicado por San Luis Libro en 2005. En 250 páginas intento mostrar su vida y su obra.
En su impresionante trabajo Lucero Riera ofrece excelentes y abundantes datos sobre Creencias, Supersticiones y Costumbres, Folklore Literario (leyendas, fábulas, cuentos, refranes, adivinanzas, relatos y anécdotas), Arte (poesías, canciones, danzas), Conocimientos Populares (recetas para curar animales, nombres vulgares de árboles y plantas, constelaciones, ubicación y descripción de minas y salinas, sierras, ríos, arroyos y manantiales, atajos y puentes, tribus que habitaron esta región), Juegos Populares (de niños, de adultos, de naipes, de “a caballo”).
La lectura de este notable informe me permitió descubrir el perfil de un hombre generoso y servicial, de un maestro responsable y de un investigador apasionado por nuestras tradiciones. Tuve la certeza de estar frente a un sagaz observador del universo que lo rodeaba, respondiendo metódicamente y enriqueciendo su informe con valiosas reflexiones y deducciones personales. Y además, aportando interesantes datos de disciplinas que superaban los temas señalados en la Encuesta.
Pero su informe nos lo muestra no sólo como un notable investigador, sino como un hombre de fina sensibilidad y gran fortaleza de espíritu, capaz de ocuparse con el mismo entusiasmo de la enseñanza del abecedario o de la construcción de colmenas para motivar a padres y alumnos en este trabajo; de la redacción de un libro de lectura que tituló “Flor de Poleo” o de la confección de alpargatas para sus alumnos; de dar clase bajo un árbol cuando su escuela se derrumbó o de la construcción de un barrilete dando clase de geometría; de armar una radio galena para que sus alumnos escucharan el Himno Nacional ejecutado por una banda o de confeccionar un Escudo Nacional para ser colocado, previa autorización de las autoridades, en la fachada de su escuela.
Al escribir el libro “Luis Gerónimo Lucero Riera” supe con pena que su gigantesca obra como investigador era injustamente desconocida por sus comprovincianos. Tal vez fue por eso que puse todo mi empeño y pasión hasta concretarla, soñando que algún día habrá de ser conocida y reconocida.
Lucero Riera había nacido el 11 de marzo de 1887. Al redactar el informe era un maestro joven, tenía 33 años. Al ser notificado como ganador del Primer Premio, ya era un hombre mayor, tenía 54 años.
¡Las autoridades educacionales tardaron 24 años en cumplir lo prometido en aquella resolución del 16 de marzo de 1921!
Tres años más tarde, el 27 de septiembre de 1948, tras una larga enfermedad, fallecía en su amado Nogolí donde descansan sus restos.
Luis Gerónimo Lucero Riera escribió su magnífico informe hace un siglo, alejado de los centros urbanos, en su humilde casa, en las escasas horas libres de maestro rural, tal vez por las noches y a la luz de una vela.
¡Quiera Dios que la vida y obra de este esclarecido maestro e investigador puntano, verdadero orgullo para San Luis, sea para todos un luminoso camino a seguir y un claro ejemplo a imitar!
Nota y foto: Prensa Cultura.